Hace unos días las famosas redes Whatsapp, Facebook e Instagram cayeron, y durante unas cuantas horas, medio mundo quedó incomunicado. Algunos, incluso un poco asustados. Y es que no lo neguemos, hay un problema real de enganche a las redes sociales en nuestra sociedad y es en momentos como este ‘apagón’ en el que es necesario repensarse y valorar si el uso que le estamos dando a nuestras redes es el óptimo, si nuestra relación con Internet es sana y si realmente nos aporta lo que queremos.
Antes de todo, no nos confundamos: ésta reflexión no es una crítica a las redes sociales. Justamente, las redes son herramientas muy poderosas que pueden acercarnos a gente increíble o ser de ayuda para darnos a conocer, siempre y cuando, y no me canso de repetirlo, el uso que hagamos de ellas sea bueno y saludable. En el campo de la gestión de la marca personal, las redes juegan cada vez más un papel relevante, aunque no son la única herramienta de visibilidad que tenemos. Aun así, el uso de las redes es muchas veces objeto de crítica para la marca personal, y que frecuentemente se relaciona con el hecho de ser narcisista, algo de lo que reflexionamos en el último post que dejo linkado aquí.
Los riesgos del querer gustar
Hay dos formas de usar las redes: como herramienta para comunicar algo que aporta valor y crear una comunidad (la buena) o usarlas como vía para comunicar cosas perjudiciales o para buscar una aprobación constante (la mala). El artículo sobre redes sociales de la periodista Esther Paniagua titulado ‘Aliadas o enemigas’ , en el que hace referencia a un estudio de la investigadora Anna Freire, explica a la perfección un ejemplo de mal uso de las redes.
Según esta investigación, algunas redes como Instagram o incluso Twitter tiene un efecto perjudicial en especial para las adolescentes. Concretamente, Freire estudia el caso de los trastornos alimentarios y cómo en estas redes se crean burbujas que son perjudiciales porque acentúan la vulnerabilidad de los consumidores y les aíslan de otros grupos con otro contenido. El ‘efecto Instagram’ y la necesidad de gustar -en este caso generalmente a nivel físico- se ceba especialmente con chicos y chicas en pleno desmadre hormonal y desubicación adolescente.
Todos estos estudios sobre la toxicidad en las redes como los de Anna Freire son necesarios para reenfocar el uso que le damos a Internet y asegurar los límites de las mentes vulnerables como los adolescentes. Aun así, mi opinión es que las redes no son malas, lo malo es hacer un uso inadecuado de ellas. De hecho, el estudio demuestra que el problema que tenían esas personas con trastorno de alimentación no es que las redes aumentaran su problema, sino que entraban en un bucle del que no podían salir. Por el contrario, al exponerlas a un contenido distinto en redes sociales, se demostró que se iban alejando de las burbujas tóxicas. De ese modo queda demostrado que una buena gestión de las redes tiene impactos positivos para las personas, y que el ‘efecto Instagram’ se ceba sobretodo en aquellas personas que no saben gestionarse o que tienen problemas de salud mental o inseguridades que se potencian si están expuestas a contenido no adecuado.
La necesidad de poner límites
El mal uso de las redes muchas veces se relaciona con hacer marca personal. El autoquererse o buscar una aprobación constante que se alimenta en base al número de likes o seguidores hay quién lo relaciona con hacer marca personal, pero se deben encontrar los límites para que la marca personal no sea ruido o postureo. La marca personal no es mostrar una imagen sobre lo que no tienes, esto es postureo. Impersonar lo que no eres no es marca personal.
Gestionar la marca personal quiere decir identificar las audiencias que me interesan y a las que yo intereso, aquellas con las que puedo comunicar y contribuir y conocer perfiles que me interesan. Las redes sociales son una herramienta magnífica para crear comunidad y acercarte al público en el que puedes aportar valor. Pero asociar la marca personal con celebrities o Instagram es un error. Es interesante saber dónde poner la línea de la privacidad, porque contarlo todo incomoda a muchos. Pero eso es algo que debe decidir cada individuo.
Creer que tienes que explicarlo todo sobre tu vida y a todo el mundo, sin relato y canales adecuados, es una mala marca personal, y no deberíamos permitir que nadie creyera que lo está haciendo bien. Hay una confusión con lo que la gente cree que los otros esperan de él. Hay personas con una mala concepción de la marca personal y que creen que deben vender su privacidad para crecer, y luego reciben cosas perjudiciales. Tener objetivo y foco es imprescindible para poner el talento en acción y hacerlo brillar en su mejor ubicación, sin traspasar los limites.