Hoy os traigo una historia de Marca Personal que me gusta porque nos hace recordar que, a veces, tu trabajo no te tiene porqué llenarte del todo, y debes encontrar otras vías para encontrar lo que te falta. Es la historia de Eduardo Mohedano, un ingeniero de telecomunicaciones muy preparado, que ha pasado por empresas de gran prestigio como Telefónica o la consultora IBM, dónde estuvo más de diez años. Actualmente, es ni más ni menos que un peso pesado en la empresa Grupo Ingenium Tecnología, una de las principales del sector de las telecomunicaciones, principalmente en el desarrollo de infraestructura y servicios de red, en Telefonía Fija y Móvil. Cuenta con un interesante porfolio de referencias de primer nivel y presencia Internacional, con despliegues operativos en más de 15 países.
Pero lo cierto es que cuando Eduardo Mohedano llegó a la edad de tener que decidir qué quería estudiar y qué camino quería tomar, se dio cuenta de que tenía dos grandes pasiones: por un lado, es un enamorado de la ciencia y los números; por el otro, las letras, la literatura y las ciencias sociales son parte de su alma. Finalmente, Eduardo se decantó por la ingeniería, pero gracias a su marca personal y a su autoconocimiento, ha ido llenando el vacío de las letras con otros proyectos, y de hecho, él se considera también un escritor.
Cuéntanos tu historia
En el hemisferio izquierdo del cerebro soy Ingeniero Superior de Telecomunicación y Máster en Dirección de Sistemas de Información por la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), con estudios de Grado en ADE por la UNED. Acumulo más de 25 años de carrera profesional en varias empresas del sector tecnológico, entre ellas Telefónica, IBM y Grupo Ingenium.
En el hemisferio derecho soy otras cosas muy diferentes: narrador, ensayista, poeta, dramaturgo, actor, músico frustrado, dibujante frustrado… En la unión entre los dos hemisferios existe un gran potencial, algo así como navegar sobre una barca con dos remos en un mundo en que mucha gente solo utiliza uno porque desde la infancia nos han inducido a ello. Mi doble destreza me permite, por ejemplo, ser al mismo tiempo el dramaturgo, el productor y el presidente de una compañía de teatro llamada «Con tablas y a lo loco».
Sé de números, de letras y de tecnología, creo que en esto consiste hoy en día ser un “hombre del Renacimiento”. El dominio de los medios digitales me aporta una enorme productividad, yo desempeño muchos roles en mi entorno vital que serían imposibles de abarcar si tuviera que actuar a la manera tradicional, de ventanilla en ventanilla en las oficinas físicas de empresas y administraciones públicas.
Como escritor, he sido articulista en diversas publicaciones, destacando las revistas Bit, Puerta de Madrid, El Eco de Teleco, Sólo Programadores, RPP y CD-WARE. Soy autor de la narración en verso “Las nueve agujas del reloj” (Ediciones Vitruvio, 2020) y de su versión teatral, del poemario “Dos suspiros sobre la almohada” (Ediciones Vitruvio, 2021) y coautor del libro de relatos “Suicidio salió del grupo” (Bohemia Ediciones, 2022). Tras publicar con Aliar Ediciones el ensayo “Destellos en La Nube (Sociedad, Empresa y RRHH en la Era Digital)” en 2022, lo siguiente que saldrá es otro poemario y estoy preparando tanto novelas como más obras de teatro.
En la actualidad intento compatibilizar mi vocación artística con el trabajo como arquitecto de infraestructuras para redes móviles, que de momento es lo que me da de comer. Me encantaría ir inclinando mi balanza financiera a favor de las artes hasta incluso llegar a dejar mi profesión de ingeniero antes de jubilarme, pero reconozco que es difícil.
Si cuando elegiste qué estudiar a los 17 años te hubieran dicho que te dedicarías a lo que haces ahora ¿qué hubieras pensado?
A los 17 años acababa de tomar una de las decisiones más trascendentales de mi vida. Tanto las Ciencias como las Letras me gustaban y se me daban bien, pero en mi camino aparecieron dos hombres que me empujaron hacia las primeras: el padre Evaristo, tutor de mi clase en el colegio, y Carl Sagan, con su libro «Cosmos». Por desgracia, el sistema educativo no estaba y sigue sin estar preparado para detectar y desarrollar los dones especiales de cada individuo, aunque al menos ahora existe un Bachillerato Artístico. En el libro «Destellos en La Nube» hablo de este problema, de la detección temprana del talento y de cómo las tecnologías de la información pueden ayudar en este aspecto a las nuevas generaciones.
A partir de aquella elección vital, y sobre todo con mi entrada en la Universidad, me volqué en el estudio de la física, las matemáticas y las telecomunicaciones. Estaba tan absorbido que el teatro no me atraía en absoluto, aunque en la facultad existía un grupo aficionado que representaba obras allí. ¿Quién me iba a decir a mí que años más tarde acabaría fundando una compañía con su NIF y todo?
Como ingeniero no me ha ido del todo mal, pero no puedo evitar preguntarme qué habría pasado si me hubiese decantado por las ciencias empresariales o incluso por estudios puramente literarios o musicales. Hoy en día existen carreras modernas que me dan envidia, como por ejemplo la que estudió una de las hijas del ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero: Comunicación Audiovisual y Artes Escénicas. Y los actores tiene una formación completísima, saben de todo: interpretación, dramaturgia, canto, música, baile, escenografía, dirección de escena… Si encima la persona tiene talento innato, con esta preparación pueden alcanzar unos logros profesionales como nunca vieron las generaciones anteriores. El problema que tienen los jóvenes es la falta de concentración, se les va el tiempo en chorradas que salen por las redes, de hecho a los mayores también nos pasa.
¿Cuándo y cómo se produjo el cambio?
Desde pequeño me gusta leer y escribir. Aquella inquietud creativa de la infancia siempre me ha pedido paso. A pesar de la gran dedicación que me exigía la carrera, en la Universidad fui articulista y guionista de cómics para la revista «El Eco de Teleco». Y después, al acabar los estudios y empezar a trabajar en Telefónica, escribí artículos para revistas de informática que se vendían en los quioscos ¡incluso me pagaban por ellos! Por aquella época viví también algunos años de militancia política y creé una página web para la organización juvenil, en la cual escribía artículos de opinión.
En paralelo he ido desarrollando también una escritura más literaria cuya eclosión se produjo tras el fallecimiento de mi tío, el escultor Jerónimo Mohedano Sánchez, en el año 2014. Él trabajaba la mitología griega y creo que las nueve musas vinieron después a mí para agradecerme en forma de inspiración el esfuerzo que realicé para que le pusieran su nombre a un parque en el pueblo de mi familia, Peñarroya-Pueblonuevo en Córdoba, puesto que, de repente, comencé a escribir en verso, algo completamente nuevo para mí. De hecho, cuando me leo ciertas cosas pasado el tiempo no me reconozco, es como si me lo hubieran revelado. Así nació “Las nueve agujas del reloj”, una obra que si la hubiera escrito alguien famoso se estaría representando ahora mismo en lugares muy importantes, mi editor dijo de ella que quienes asistieron a la presentación del libro se acordarán de aquel día dentro de muchos años.
Fue de la mano de la poesía como llegué al teatro, puesto que me di cuenta de que no recitaba bien y busqué mejorar mis dotes interpretativas. Y el teatro me ha optimizado en todos los aspectos, también en el ámbito profesional mi desenvoltura es superior. Ahora pienso que debería haberme iniciado en este mundillo en el año 2000, en lugar de estudiar el máster en Dirección de Sistemas, puesto que ya por aquel entonces la idea me rondaba la cabeza. No sé, tal vez las cosas suceden cuando mejor cumplen algún destino.
El «click» en mi caso no ha sido algo repentino, simplemente he ido potenciando cada vez más las actividades relacionadas con el hemisferio derecho del cerebro, que desde siempre había practicado en mi tiempo libre y que ahora están tomando un cariz muy serio, mucho más allá de un simple hobby.
El hecho de que en mi carrera profesional como ingeniero no haya llegado todo lo lejos que esperaba cuando la comencé acabó por hacerme sentir como Sísifo, condenado a subir la roca a la montaña una y otra vez para volver a subirla después porque la piedra siempre acaba rodando de nuevo cuesta abajo. Hace unos años decidí poner coto a este bucle baldío y dejar de darme cabezazos contra el techo de cristal. El mercado laboral apenas reconoce ya un máster, incluso las carreras universitarias ya no valen mucho, de hecho en el año 2001 hice una entrevista en Sun Microsystems en la cual la empleada de RRHH me recomendó no esforzarme tanto. Aquel encuentro me rompió todos los esquemas. De niño pensaba que la sociedad recompensaba los esfuerzos por su mérito y que los mandatarios políticos y empresariales eran las personas mejor preparadas para ese cometido. Qué ingenuidad, con el paso del tiempo me fui dando cuenta de cómo funciona el mundo en realidad.
Tengo un amigo ingeniero, también con inquietudes artísticas, que afirma que si no hemos llegado a directivos en nuestras respectivas empresas es porque en lo profundo no queremos serlo, tenemos una vocación alternativa que nos impide consagrarnos suficientemente a la causa del management y a todos los compromisos que de ello se derivan.
¿Cómo descubriste el potencial que tendría la Marca Personal para tu actividad?
En mi caso es difícil precisarlo porque no tengo una sola marca y la teoría del marketing nos enseña que esto es perjudicial. La gente desea clasificaciones sencillas porque en apariencia les facilita la vida. Las empresas también tienen esa creencia, la gestión de recursos humanos no está diseñada para personas multimarca, no saben qué hacer con nosotros y, en consecuencia, sólo se fijan en un conjunto limitado de competencias que se ajustan al perfil predefinido que buscan rellenar. Durante gran parte de mi carrera profesional me he sentido inadaptado, desaprovechado e incluso maltratado. Recuerdo por ejemplo una entrevista de trabajo en la que la señora de RRHH se pasó la hora y media intentando encasillarme, al final por supuesto no me hicieron oferta de contratación. Ahora trabajo como arquitecto, un rol que, dentro de la ingeniería de telecomunicación, aprovecha mejor las ventajas de tener una visión global.
Un aprendizaje adquirido de la Marca Personal que siempre te acompaña
En el libro «Destellos en La Nube» hay un capítulo dedicado en exclusiva a tratar la marca personal y la marca profesional. Aunque podríamos pensar que el objetivo es simplemente “venderse”, lo cierto es que la marca personal encierra una visión profundamente humanista de lo que es un profesional y le saca de su condición de oveja indistinguible en el rebaño social.
¿Crees que merece la pena invertir en que te ayude/enseñe un experto en marca personal?
Sin duda, aunque una cosa hay que tener clara desde el principio: el experto en marca personal no tiene el poder de satisfacer tus sueños. Hay que enfocarlo como lo que es: un asesor y un consejero con una amplia experiencia porque ha visto muchos casos de éxito y de fracaso antes que el tuyo. Tan importante es analizar los éxitos como los fracasos. Hay carreras fulgurantes que no enseñan nada porque simplemente se han aprovechado de lo que solemos denominar “enchufe”, esto no tiene ningún valor ni mérito.
Y además hay que saber que la carrera profesional de un individuo depende más de la arbitrariedad de sus mandos que de sus dones o su esfuerzo. Hay directivos con décadas de experiencia que siempre han sido malos y se jubilarán siendo igual, si te toca uno estás perdido, lo único que te queda es hacer las maletas y probar suerte en otro sitio.
La asesoría de marca personal ayuda a reconocer los errores propios y no ser Sísifo. En mi caso, Arancha Ruiz entró casi en el ámbito de la psicología porque, además de identificar mi situación y orientarme a nivel laboral, me recomendó un libro de Malcolm Gladwell que me reconfortó y me animó. La tesis más importante que defiende el autor es que el éxito profesional obedece menos al talento que a la oportunidad. Y desde entonces en la única igualdad que creo es en la de oportunidades. “Fuera de serie” es una obra muy recomendable que ha influido profundamente en la mía “Destellos en La Nube”, de hecho la cito varias veces en el texto. Yo no la conocía y Arancha se dio cuenta que me la tenía que leer, cosa que hice con avidez.
Hace poco escuché otra teoría que me gustó mucho, pues afirma que para algunas personas el éxito reside más en la libertad que en el reconocimiento. Al respecto, tengo claro además que mi talento no depende de opiniones ajenas, lo cual no significa que sea un engreído y que me cierre a sugerencias de mejora. En cualquier caso, cada vez me va interesando más un reconocimiento muy especial: el del público.
Creo que el éxito personal, que tiene que ver con la propia felicidad, en muchos casos no coincide con el éxito social, que es algo más bien cultural (entendiendo cultura como la mentalidad y normas de una sociedad). La construcción de la marca personal no puede ser ajena a los dos ámbitos: el interno y el externo. No es bueno interpretar un papel que no es el tuyo en el teatro de la vida por intentar ajustarte a una imagen en cuya fabricación no has participado.
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