El miedo es un sentimiento totalmente humano y natural que nos acompaña en millones de situaciones. Miedo a que algo no salga bien, miedo a hacerse daño, miedo a quedarse solo, miedo a la oscuridad, miedo a perder el trabajo… Y ésta última es una frase que lleva acompañándome muchos años de mi vida. Repetidas veces me han preguntado qué hacer ante este tipo de fobia y cómo combatir las inseguridades laborales, y creo que es el momento de recordar que el futuro es de aquellas personas que saben ver con valentía las oportunidades, que saben vencer la desesperanza y el pesimismo para seguir adelante. Sobretodo en los tiempos que vivimos.
La incertidumbre aumenta este sentimiento de vulnerabilidad y de pérdida de control que acaba en MIEDO. Y, justamente, los tiempos que vivimos son lo suficientemente turbios e inciertos como para sentirse así, y nos atacan las preguntas: ¿Qué pasará después de la pandemia de COVID? ¿Cómo será el nuevo mundo al que nos enfrentamos? ¿Qué va a pasar con mi salud y mi trabajo? La respuesta es sólo una: Nadie puede tener ninguna certeza. De hecho, hace unos meses pensábamos que la pandemia ya estaba, que pronto volveríamos a salir tan tranquilos y la vida volvería a la normalidad… Aún no ha sido así pero dejarse comer por los miedos no es la solución. Tampoco nos lo habríamos creído si en 2018 alguien hubiera avisado de esta pandemia, por lo que no sirve de nada hacerse ideas sobre lo que no podemos predecir o controlar.
Hace años observamos cómo se habían producido los primeros atisbos de inversión de la globalización. En un artículo de The Economist (que probablemente ahora no encontraría), se hablaba de que había industrias que durante los 80 y los 90 estuvieron localizadas en países con mano de obra más barata, pero que por varios motivos habían vuelto a instalarse en la vieja Europa.
Según aquel artículo, los motivos eran varios. Por un lado, la diferencia de los salarios y la mano de obra: ya no eran tales como antaño, y en muchos casos no justificaban la descarga y deslocalización completa de toda una planta (sobre todo cuando había que añadirle los costes de transporte). Otro de los motivos era que, al automatizar la mano de obra, el profesional que acompañaba esa automatización ya era cualificado, y por lo tanto necesitaban perfiles que estuvieran educados en Europa. Esos perfiles eran accesibles y estaban dispuestos a trabajar, además de que culturalmente eran mucho más afines para las empresas. Por lo tanto, poco a poco, algunas unidades de fuera de Europa se volvieron a implantar aquí.
Hay algo peor que perder el trabajo
La crisis post-COVID va a transformar profundamente muchas industrias. Algunas de ellas cambiarán tanto que serán casi irreconocibles, y es probable que en los meses siguientes a los que nos encontramos, muchas personas tengan que salir mediante despidos temporales e incluso indefinidos. Es como está estructurado el sistema en el que vivimos, y una pandemia como la actual provoca que se aceleren procesos que sin la Covid probablemente no habríamos empezado a ver aún. La digitalización ya no es una opción para las empresas, es una necesidad. Ganan aquellos que están más avanzados tecnológicamente, por un simple motivo de supervivencia. Todo está cambiando. Algunas cosas para bien y otras para mal.
En este artículo de La Vanguardia, Jaime Malet, presidente de la Cámara de Comercio de EE.UU. en España, habla sobre las oportunidades que dejará esta crisis del COVID. También habla de la importancia de despedir para potenciar la movilidad de los empleados, cosa que me parece una buena reflexión.
Por todo esto, sentir miedo a perder el trabajo -y más en los tiempos que corren- es algo muy humano, pero yo creo que hay algo mucho peor: que te releguen o te esquinen, sobre todo cuando estás en un sitio donde tus capacidades no se ajustan al cien por cien a las necesidades de la empresa o el empleador. Y este no es un supuesto nacido de la crisis del coronavirus, sino que resulta mucho más común de lo que nos gusta pensar. De hecho, surge de estructuras de trabajo tan rígidas como las que imperan en nuestro país.
Piénsalo: si alguien dentro de tu círculo te contara que le han echado más de tres veces, ¿no te parecería extraño? Salvo que se dedique a trabajos de altísima rotación, el despido no es lo más común. Las personas suelen irse de una empresa cuando ya no están a gusto, o incluso eligen cambiar de proyectos, pero si les echan será una o dos veces en su vida, no mucho más.
Esto sucede porque las empresas no recurren al despido. Despedir debería ser la solución inmediata cuando esa persona ya no encaja en un sitio, mientras que las organizaciones, quizás porque creen que el despido puede ser muy duro para esa persona y su familia, y que volver a encontrar trabajo y reinsertarse será demasiado difícil, lo mantienen allí, incluso cuando no es el recurso más óptimo. Y esta decisión de no-despido, lejos de benevolente, resulta mucho peor. Las empresas suelen situar a estas personas en labores de menor responsabilidad o en sitios donde creen que puede ser útil para que no molesten tanto, y recurren al despido solo en casos de extrema necesidad, cuando alguien claramente no encaja o resulta una incomodidad o molestia para el equipo.
¿Es entonces perder el trabajo lo peor que te puede pasar? La respuesta es no. Al quedar arrinconado, el talento no tendrá ni los recursos ni el aprecio para desarrollarse. Y poco a poco, su capacidad y confianza se irán marchitando hasta incluso llegar a extinguirse. Por eso no hay que tenerle miedo al despido, porque puede ser necesario para flexibilizar el mercado de empleo, y a nivel personal, porque puede conducirte hacia nuevas oportunidades profesionales.
La adversidad lleva a la oportunidad
Si nos lo miramos de este modo, ante esta situación podemos encontrar grandes oportunidades. A la vida se tiene que ser optimista. Siempre. Y sí, después de la pandemia seguramente las empresas van a despedir, pero despedirán no sólo a los que estaban en peor situación, sino también a aquellas personas que estaban bien ubicadas. ¿Y dónde está la oportunidad? En que cuando las empresas vuelvan a contratar, lo harán buscando a profesionales que se adapten a sus necesidades. Entonces no importará el pasado, sino el futuro de lo que necesitan.
Si nos remontamos a la historia, no es la primera vez que pasa. Esto ya sucedió con la creación del sector digital -y respecto a este tema os recomiendo que leáis el post Reinventarse o morir sobre la digitalización-, que nació de la nada y se construyó a base de perfiles muy variados, muchos de los cuales se habían quedado sin trabajo por causa de la crisis del ladrillo. Gente que había salido de otros sectores, en los que, o bien no se habían hecho tan fuertes (porque si no, no se hubieran ido de allí nunca), o bien creían que su camino estaba truncado. El sector digital se llenó de exploradores, de aprendices, de personas que fueron valientes y que hicieron suyo su futuro.
Por lo tanto, creo que la aparición y reformulación de los sectores que van a verse afectados por la actual crisis, se realizará con un perfil parecido a esos emprendedores que crearon el entorno digital. Se hará de los valientes, de aquellos que durante la etapa del confinamiento y todos esos meses posteriores, en lugar de quedarse en casa lamentándose, se dedicaron a aprender, a estudiar, a adaptarse y a entender dónde están las nuevas oportunidades.
Y la pregunta a hacerse entonces es: ¿cuáles son las características y las oportunidades que se abrirán? Pues os diré que son precisamente las personas que conocen cada uno de estos sectores los que pueden predecir, antes que nadie, hacia dónde soplará el nuevo viento, aunque ya podemos intuirlo un poco:
- Cambios en el consumo y la manera de comprar: más ventas digitales y menos interacción física para comprar, algo que supondrá todo un reto para las pequeñas tiendas
- Nuevas tendencias en el sector inmobiliario
- Auge del sector farmacéutico y de la salud. ¿Quizá se le empezará a dar más valor a la sanidad? Veremos…
- En general, un cambio acelerado en las tendencias, las inquietudes y las prioridades de la gente, que acabarán determinando el nuevo rumbo en los diferentes sectores económicos.
El mundo es de los valientes
Para terminar, quiero compartiros la historia de N. Creo que su testimonio sirve para ilustrar esta valentía de aprovechar las oportunidades y afrontar el futuro con motivación, de forzar el cambio en lugar de esperar con miedo a perder un empleo que ya no motiva:
“Ayer hablando con X le decía que te escribiría para contártelo. Hace 15 días comuniqué a mi empresa que me marchaba para emprender un nuevo camino. Me voy en una situación complicada de mercado, pero con mucha fuerza e ilusión por empezar de nuevo algo que llevaba tiempo queriendo hacer. Era ahora o nunca….
En todos estos días de despedida me han venido muchas cosas a la cabeza: miedos, dudas sobre si había tomado la decisión correcta… entonces, me acordé de tu libro Ahora o Nunca, y releyéndolo, volvía otra vez a convencerme de que la decisión era la correcta. Sé que será difícil, pero más difícil sería no haberlo intentado nunca. La gente me dice que soy «una valiente», y yo les digo que los valientes son los que se conforman con algo que no les llena y no intentan conseguir algo mejor, porque hay que ser muy valiente para vivir con ese peso todos los días.
Dejo mucho atrás y pierdo mucho, pero en realidad estaba metida en una jaula de oro que no me permitía explotar todo mi potencial. Estoy segura que ganaré en muchas otras cosas. Sé que será difícil, pero no me preocupa si es posible. Tendré tu libro en la mesilla durante los primeros meses, porque estoy segura que en momentos de duda y debilidad, que los tendré, me ayudará a convencerme de que he hecho lo correcto.
Un abrazo fuerte y estamos en contacto,
N.”
El cambio asusta y es normal, no estamos acostumbrados a salir de nuestra zona de confort y la incertidumbre da mucho miedo. Pero recuerda: el despido no siempre es lo peor. Lo peor es seguir en un sitio donde no eres valorado o que no te proporciona seguridad. Confía en tu talento, sé valiente y aprovecha para convertir las adversidades en nuevas oportunidades. Y lo más importante: no te conformes con un trabajo o una vida que no te llena, si no estás en el lugar indicado o no te saben valorar, busca uno donde tu talento encaje mejor. ¡Ahora o nunca!
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Excelente!
Dependiendo de la rama profesional, el hecho de perder el trabajo no debe ser un problema. Existen multitud de plataformas para buscar trabajo, y dependiendo de lo actualizado que se tenga el curriculum, es cuestión de tiempo encontrar un nuevo empleo https://mypersonalway.com/
Gracias por la recomendación!
No sabes cuanto me identifico con la historia de N., pero yo de momento sigo en la misma empresa. Hace ya tiempo que tengo ganas de dejarlo, e incluso me he inscrito en algún proceso de selección, pero aún no he dado el paso.
Cuando lo planteé en mi empresa, me pidieron que me quedase, que era imprescindible, e incluso me subieron el salario un 20%, pero también me prometieron un reconocimiento y un puesto de Dirección que llevo esperando dos años, y no ha llegado y que no llegará. Ya me han comunicado que no soy del agrado de quien manda y que, mientras él siga allí, yo no voy a promocionar.
Es una situación complicada, pero con el confinamiento he podido pensar con calma, y ver que yo soy más importante que el trabajo, y que merezco hacer algo que me motive y por lo que se me valore. No quiero ni pensar en tener que volver a la oficina (estoy 100% de teletrabajo desde marzo).
Gracias por tu artículo, porque es otro empujón más para hacer lo que debo,
Anna
Hola Anna, me alegro que te haya ayudado para adquirir perspectiva. En ninguna organización las cosas son fáciles ni agradamos a todos los que están en puestos superiores. Hay que buscar el equilibrio que siempre es inestable.
Quieres más reconocimiento: ¿cómo más concretamente? El incremento del salario te lo dieron, el ascenso no. ¿Hay otras alternativas?
Busca entre los aliados que te aprecian los recursos que necesitas, trabaja «la política» y provocar un cambio positivo que sea posible. El nivel directivo es muy competitivo y en contextos decrecientes, especialmente ahora que estamos en momentos convulsos. Hay que aprender a no aceptar el no. Genera alianzas para alcanzar objetivos. Ningún trabajo es perfecto como tampoco lo es ninguna organización. Son las personas las que hacen la diferencia entre unas y otras. Teletrabajar está muy bien para «hacer», pero un directivo «hace hacer», generando redes con iguales, superiores y equipo. A veces cuando nos desmotivamos perdemos de vista lo importante, y por supuesto es que tu eres más importante que tu trabajo. Pero tu trabajo no es teclear delante del ordenador, sino generar redes, conseguir alianzas, inspirar a la gente.
Un fuerte abrazo,
Arancha