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los rechazos y fracasos

Aunque escoger qué camino profesional seguir no es una batalla, cada acto debería evaluarse con una perspectiva global. Todas las decisiones en pro de mejorar nuestra marca personal deberían ubicar a cada persona en su mejor elemento, para lograr una mejor contribución a la sociedad y, también, para alcanzar la realización personal. La victoria del talento necesita estrategia y si cae en el error, la derrota es para todos.

Los seleccionadores y consultores de talento saben cómo de importante es lograr el encaje perfecto entre el talento de un profesional (su experiencia, conocimiento, actitudes y aptitudes) y el proyecto (recursos, oportunidades). Los headhunter, por ejemplo, siempre nos referimos a los candidatos no como mejores o peores, sino como profesionales más o menos idóneos.

Al contrastar las competencias de un profesional con las necesidades de ese reto, evaluamos su nivel de afinidad como perfecto, casi perfecto o muy alto. Es decir, consideramos el encaje adecuado

Si no, nuestra obligación es descartar. A pesar de que sean talentos extraordinarios. No todas las personas competentes son buenas candidatas ni todas las posiciones, por muy atractivas que resulten, son igual de convenientes para todos los candidatos.

No todas las oportunidades llegan cuando la persona está preparada, ni todas las personas idóneas están preparadas cuando la oportunidad llega.

Cómo interpretar el rechazo

Ser bueno no basta. Muchas personas brillantes fracasan mientras otros más discretos les adelantan. ¿Qué les diferencia? Saber cuál es la mejor oportunidad. Y un rechazo puede ser un indicador de que aquel no era el camino más adecuado.

¿O no?

No siempre. Un rechazo no indica necesariamente que la persona es inadecuada, puede ser un signo de que no era la ocasión. El rechazo tampoco indica siempre que esta no era la ocasión, puede ser un signo de que la persona necesita mejorar su adecuación. Porque el mejor encaje de talento requiere un perfecto “match” temporal de idoneidad y oportunidad.

El profesional ha de saber interpretar las señales y poder definir si realmente esa no era la oportunidad, en cuyo caso daría igual su idoneidad. O, si era la oportunidad, pero su idoneidad estaba incompleta.

Y eso contando que la respuesta es un rechazo, porque si es una oferta, también existe un riesgo alto. Tan peligroso es interpretar un “sí” que en realidad es un “no” como el “no” que en realidad es un “sí”. Porque, si esa persona se coloca en una ubicación que no valora su verdadero talento o una en la que sus capacidades exceden sus retos, caerá en una “zona de confort” que puede ir depreciando su talento poco a poco.

Para ayudarte a valorarlo, deberías revisar con cierta distancia si tu conocimiento, experiencia, aptitud y actitud eran óptimos para ese reto u oportunidad:

  • Conocimiento: si sabes sobre esa especialidad.
  • Experiencia: que puedas aplicar tu conocimiento teórico a ese campo práctico.
  • Aptitud: que poseas habilidades personales para adaptarse al reto.
  • Actitud: que poseas afinidad cultural con la organización y poseas motivación para alcanzar los resultados esperados.

Y para distinguirlo más nítidamente, nada mejor que adquirir perspectiva y rodearse de aliados que te ayuden a diferenciar los caminos acertados de los equivocados.

¿Llegará el día en que esa decisión la tomará una máquina por nosotros?

Cuando buscamos un restaurante, un hotel o un espectáculo en internet existe la posibilidad de que un software nos ayude a tomar la decisión, señalando cuán adecuada es aquella opción para nuestra personalidad. En las aplicaciones de citas, la máquina ya te dice el grado de afinidad que tendrás con cada persona. Y, aunque puede ser muy eficiente, personalmente considero que limitar la exploración de alternativas, romper el misterio del descubrimiento, rompe un poco la magia.

Puede que no pase mucho tiempo para que, además de ceder la decisión sobre las opciones de ocio y de conocer personas, también incluyamos las de trayectoria profesional. La inteligencia artificial podría decirte, con más probabilidad de acierto que ningún humano, si ser ingeniera o enfermera es la mejor alternativa para tu futuro profesional.

¿Te imaginas que un día también le dejáramos resolver el eterno dilema de letras o ciencias, de si continuar estudiando o comenzar a trabajar, de si decir que no a esa oferta o si deberíamos solicitar un ascenso? ¿De saber qué puerta cruzar? A priori, la mejor capacidad de procesamiento de los algoritmos en la valoración y elección de alternativas parece más conveniente

Ceder la decisión de cruzar o no una puerta a un algoritmo provoca dos efectos negativos. El primero es que la falta de práctica en la toma de decisiones disminuye la capacidad humana para el cálculo de alternativas. El músculo de decisión se atrofiaría y perderíamos agilidad, curiosidad y, a la larga, nuestras mejores habilidades. En segundo lugar, produciría una desconexión paulatina del entorno. Ya no buscaríamos alternativas por nosotros mismos y, como consecuencia, estaríamos totalmente a la merced de lo que la máquina decidiera.

Podríamos terminar en el destino anunciado por historiadores pesimistas y novelas distrópicas de ciencia ficción: en la irrelevancia del ser humano.

Interpretar por ti mismo para encontrar tu verdadero camino

Cuando nos enfrentamos a una situación, como el que nos elijan en un proceso o nos descarten, tenemos la oportunidad de interpretar mucho más allá de ese acto. Interpretar quiénes somos, qué queríamos y cuán cerca estaba esa oportunidad de nuestro verdadero camino.

Quedarse simplemente en la victoria o el rechazo es dejar pasar la oportunidad de tomar las riendas de nuestra carrera profesional. De practicar el libre albedrío.

Estas tres capacidades críticas en las personas -aprendizaje constante, perseverancia y colaboración- para lograr una trayectoria de éxito. Pero el profesional necesita algo más: ser héroe de su momento. Un héroe de su momento aborda una ocasión singular asumiendo con determinación la decisión sobre su siguiente paso. Es imprescindible el liderazgo: asumir y ejecutar una dirección certera en el momento crítico. Decidiendo por sí mismo.

Porque la carrera profesional no es un destino. Es un camino.

Y cada rechazo es una oportunidad para aprender, reflexionar y decidir como se quiere vivir y ser como profesional.

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