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El talento y las canciones del verano

Los que me conocéis ya sabéis que, como headhunter, siempre estoy pensando y analizándolo todo en clave de “gestión de talento”. Es por eso que a veces encuentro la inspiración para mis reflexiones dónde menos lo espero. Por ejemplo, el otro día estaba leyendo un artículo de opinión de The New York Times -con un trabajo de investigación increíble detrás, por cierto- sobre por qué todas las canciones del verano suenan igual y acabé pensando en cómo se traslada esto al mercado laboral actual.

A continuación os desvelaré un poco más sobre el artículo, aunque la idea principal es que las canciones del verano cada vez se parecen más porque han sido creadas en base a un algoritmo matemático diseñado especialmente para crear temas que nos gusten. Esto llevó a plantearme: ¿podría la creación de súper profesionales programados conducir a súper programas sin profesionales?

A continuación un resumen del artículo y mis reflexiones al respecto

El artículo: “¿Por qué todas las canciones del verano suenan igual?”

Este artículo, escrito por Shail Chinoy y Jessia Ma, analiza varios temas del verano en base a cinco variables:

  • Volumen medio de la canción
  • Energía: rapidez y sonoridad de tema
  • “Bailabilidad”: la fuerza y ritmo de su beat
  • Acústica: la probabilidad de que pueda recrearse utilizando instrumentos acústicos
  • Sentimiento que transmiten (alegría)

Estos datos, explican, parten de la misma base que utiliza el algoritmo de la plataforma Spotify para crear sus recomendaciones y hace que cada canción tenga una “huella” única.

Los autores analizan los éxitos del verano de 1988 como “1-2-3” de Gloria Stephan, “Hold on to the nights” de Richard Marx o “Pour Some Sugar on Me” de Def Lepard y concluyen que “los hits del verano de 1988 fueron algunos de los más variados en la historia de la música pop”. Señalan que analizando los diez temas más populares pueden verse muestras de todos los géneros y estilos.

Posteriormente, dan un salto al verano de 2010 para comparar “California Gurls” de Katy Perry, “Your Love is my Drug” de Kesha o “Alejandro” de Lady Gaga para descubrir que las diez canciones más populares de 2010 no sólo tienen prácticamente las mismas características acústicas sino que además cuentan con “huellas” muy similares.

“Desde 1992 cada vez menos canciones han llegado al Top 10, dejando menos espacio para la diversidad musical”, alerta el texto. En los años 80 y 90 muchos géneros llegaban a las listas de éxitos, sin embargo a partir del 2000 fueron dominados por el sonido genérico y “machacón” del pop comercial como el de Britney Spears o los Backstreet Boys.

Lo más llamativo según señala el artículo es que solo una pequeña cantidad de compositores llega a estas listas. Destacando al productor sueco Max Martin, autor de 22 números uno.

Por Martin y otros como él, el proceso de crear  un hit se ha vuelto menos aleatorio de cómo era antes”. Señala el artículo citando a Larry Miller, director un curso de negocio musical en la N.Y.U. ¿Habían descubierto la fórmula mágica para crear un éxito?

¿Podría la creación de súper-profesionales programados conducir a súper-programas sin profesionales?

Todos los hits del verano se parecen porque siguen un modelo matemático que Max ha logrado entender para crear 22 número uno. Una sola persona con un algoritmo.

Puede ser el primer paso para que con el tiempo ya ni siquiera necesite a la persona para componer canciones que enamoren a la masa. “Tecnología liderando mansos followers” podría ser el nuevo argumento de una película distópica.

¿En qué posición queda la creatividad y el talento? Si somos capaces de desarrollar un algoritmo para crear éxitos musicales antes realizadas por genios: ¿será el siguiente paso la creación de labores creativas? ¿Dónde quedan los maestros?

Ya un programa informático puede desarrollar las mismas tareas que un ser humano o, incluso, mejor y sin errores, pero la creatividad siempre había sido considerada un terreno excluido para ella. Aparentemente cada día menos.

Aún queda esperanza

Aunque las perspectivas no parecían muy halagüeñas, el artículo muestra que este año ha comenzado a romperse esa tendencia. Los éxitos del pop genérico que habían dominado en los últimos años ha sido destronados por números uno que se alejan de los bits de masas gracias a la afluencia de nuevos estilos musicales como el hip hop. Después de un década de “borreguismo” musical parece que hay esperanza.

Lo mismo ocurre en el contexto del talento profesional. Los software, algoritmos y bots pueden sustituir a las personas e, incluso, liderar durante una década. Pero, como en las películas futuristas, surgirá un movimiento de resistencia liderado por la búsqueda del libre albedrío y la libertad creativa humana que se abrirán poco a poco camino y terminarán por desbancar el totalitarismo de la máquina

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