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Cómo interpretar la caída de la inversión de empresas en formación

La semana pasada publicaba Cinco Días la caída en la inversión que las empresas realizaban en formación.

Al profundizar en la noticia uno se daba cuenta que el origen del problema iba más allá de cuánto tienes y cuánto gastas y que había que rascar entre los pliegues de la relación entre administración pública, empresas, centros formativos y trabajadores.

El artículo comenzaba anunciando la caída de la inversión:

“Por cuarto año consecutivo, en 2016 disminuyó el porcentaje de empresas que decide impartir formación a una parte o a todos sus empleados. En concreto, el pasado año un total de 367.770 empresas dieron formación a sus asalariados, un 16,3% menos que en 2015.”

Aludía a la decepción del resultado del nuevo sistema de formación aprobado en 2015 que pretendía eliminar la exclusividad que tenían patronales y sindicatos en la gestión de las subvenciones de los programas autonómicos y estatales y que daba más libertad a las empresas y centros formativos en el uso de los fondos públicos.

Seguro que a más de uno se nos ocurre algún escándalo del pasado que pudo provocar esta medida.

Si menos empresas invierten pero se forma al mismo número de trabajadores, entonces…

¿Malas noticias? No necesariamente, porque cuando nos ponemos a mirar el detalle

“El número de trabajadores formados no ha caído, sin embargo, en la misma proporción sino que ha permanecido prácticamente inalterable en 2,5 millones de ocupados”

Menos empresas invierten pero las que lo hacen envían a más trabajadores y muchas veces en más de una ocasión. Los números así lo atestiguan: “Concretamente hubo un 5% más de participantes, hasta sumar 3,76 millones”.

Parece que la respuesta de la brecha la encontramos en las micropymes -de menos de 10 trabajadores-. De la caída del año pasado año el 95% de las 71.000 sociedades menos formando a sus trabajadores eran micropymes. Pudieran muy bien ser autónomos, dúos o tríos esforzándose en salir adelante en modelo hombre y mujer orquesta con muy poco tiempo o conocimiento para invertir en formación.

Esperemos que este año estén más asentados y puedan apreciar la inversión positiva que es a largo plazo invertir en su formación.

La cuestión no es cuánto, sino en qué

Parece que el nuevo sistema no cosecha aún resultados esperados, sobre todo teniendo en cuenta que el capital disponible para la formación ha aumentado. Increíble pero cierto que no han sido capaz de gastarlo todo.

“El pasado año, las compañías utilizaron 514,7 millones de euros de los 610 millones presupuestados para bonificaciones a empresas. Esto quiere decir que se dejaron sin gastar casi el 16% del dinero disponible, proveniente del pago de cotizaciones de formación de empresarios y trabajadores. En 2015 dejaron sin ejecutar aproximadamente el 10% del presupuesto.”

Es como tener una tarjeta de crédito en unos grandes almacenes y no gastarlo todo. En realidad es muy comprensible.

“La formación gratuita no es gratuita”.

Porque no es un proceso pasivo, sino activo. Requiere el esfuerzo del trabajador. Por muy gratis que sea y mucha cantidad que haya disponible, si la persona que ha de adquirirlo no está seguro que el esfuerzo le va a ser realmente útil no tiene ninguna motivación para realizarlo.

Según algunos, el motivo nace de la poca adaptación de la oferta formativa de los centros a las necesidades reales de las empresas.

“Lo que hacen en la práctica es ofertar sus propios catálogos de cursos generalistas en modalidad a distancia, en lugar de ajustarse a las necesidades reales de estas empresas y sus trabajadores”.

Life Long Learning

Hace años las instituciones públicas y privadas llegaron al consenso de que sólo una mejora de las habilidades profesionales podría ayudar a los ciudadanos a superar las barreras del desempleo provocadas por la globalización y la digitalización de industrias y negocios.

Acuñaron un término: “Life Long Learning” que significaba que la formación profesional habría de extenderse más allá de los periodos estancos de colegio, universidad o formación profesional para desarrollarse a lo largo de toda la vida de la persona, como única forma de asegurar su sostenibilidad profesional.

Existen ingentes esfuerzos públicos y privados para facilitar este proceso de aprendizaje vital y esperemos que el cambio de los sistemas de bonificación, subvención y estructuración de la formación en la empresa ayuden en las habilidades del futuro cuanto antes a todos –incluidas microprymes- los profesionales.

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